Recuerdo cuando llegué a esta casa, lo primero que hice fue esconderme en un rincón, temía que me hicieran daño. Cuando Rodrigo, mi ahora humano, se quería acercar yo no lo permitía y me iba lo más rápido posible. La verdad tenía miedo, pero eso cambió cuando me adoptaron y volví a confiar en los humanos.
Yo era un perro callejero por elección, créanme que en la calle me trataban mejor que en mi antigua casa. A veces no encontraba qué comer, pero prefería eso a tener que soportar gritos y golpes, por supuesto que en la calle también me encontré con gente mala, pero sabía que no sería para siempre.
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Un día mis antiguos dueños dejaron por accidente la puerta abierta y me escapé, corrí lo más que pude para que nunca me encontraran, no pude llegar muy lejos porque tenía una patita mal, me la habían lastimado en una de esas tantas veces que me pegaban, sin embargo seguí caminando.
Fueron varios meses los que estuve en la calle, tuve días buenos y otros difíciles, mi miedo más grande era que se me acercaran las personas. No dejaba que me acariciaran ni me ofrecieran de comer, me alejaba de ellos enseguida
Rodrigo no fue el primero en querer adoptarme, otros humanos lo intentaron, algunos también me llevaron a su casa, pero yo me escapé.
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Con Rodrigo fue diferente, también me daba miedo, pero algo me decía que no sería fácil escaparme de él. No intentó traerme a casa la primera vez ni me insistía en que recibiera comida, solo sabía en dónde encontrarme, dejaba agua, comida, me decía unas palabras y después se iba.
Yo le empecé a tener mucho cariño y cada día me emocionaba más al verlo. Así pasaron unas semanas hasta que un día me cargó cuidadosamente y me llevó con él. Todo el camino me fui paralizado, el miedo volvió, hacía mucho tiempo que no estaba en brazos de un humano, por eso cuando llegamos a la casa me escondí.
Rodrigo fue muy paciente, no fue fácil, pero ahora 2 años después, estoy convencido de que hay humanos buenos que sí quieren a sus mascotas. Las cuidan y buscan lo mejor para nosotros.
Soy afortunado y agradezco que mi humano no se haya rendido y también que yo no me escapara. Seguramente ya estábamos destinados a estar juntos.