Está claro que tener un perrito es una gran responsabilidad que los humanos adquirimos cuando decidimos adoptar uno, también parte del compromiso implica educarlo y tenerle paciencia durante el proceso.
Te compartimos la historia de Claudia, una humana que estuvo a punto de colocar a su perrhijo con otra familia:
“Yo siempre he sido una persona obsesionada con la limpieza y el orden, por esos motivos siempre había estado negada a tener una mascota en casa.
Consideraba que no tenía el tiempo para cuidarlo y ponerle atención, porque eso siempre lo tuve presente, que son seres que sienten y dependen 100% de sus dueños.
Un buen día, mis hijas llegaron con Caramelo, un mini peludito que solo se quedaría por unos días en la casa, el plan era que viviera definitivamente en casa del abuelito, ya que cuentan con un espacio suficiente.
Se acercaba el día de separarnos de él, pero para una mamá es mortal ver llorar a sus hijos y accedemos a uno que otro capricho, pero me di cuenta que éste no era un capricho, sino un gran amor que comenzaba.
Decidí que Caramelo fuera parte de nuestra familia lo cual ocasionó una gran alegría a mis hijas; los días pasaban y los destrozos en casa aumentaban.
Hasta que un día me rompió un florero que se hizo trizas justo en el momento que todos andábamos corriendo en la mañana y al ver todos los vidrios en el suelo y sentir la angustia de que le pasara algo, decidí regalarlo, ¡no más mascota en casa!
La decisión que yo había tomado por supuesto que ocasionó gran tristeza en mis hijas, pero era horrible empezar a ver mis muebles mordidos, que se subiera a los muebles. Ahora comprendo que esto pasó porque no teníamos la idea de cómo educarlo realmente; pero la decisión estaba tomada.
Sin embargo, algo me detenía, de verdad que lo medité mucho y llegué a la conclusión de que ya era parte de mi familia, además sentía horrible dar sus pertenencias y que no podía quitarlo de mi vida así nada más.
Ahora entiendo que no podía tomar esa decisión porque empezaba a crecer un gran sentimiento que, ahora agradezco que haya despertado en mí, todavía sigo trabajando en la tolerancia de ver algunos de mis muebles mordidos, pero he aprendido que eso es material y no se compara con que al llegar a tu casa te reciban con una gran danza canina llena de amor y fidelidad.
¡Te quiero, mi Caramelo!”