El dilema de clonar a tu perro: entre el amor eterno y la ética de lo imposible

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La idea de clonar a un perro no es ciencia ficción. Es una realidad que muchas personas contemplan con deseo, otras con inquietud, y algunas con un profundo conflicto moral. Según una encuesta reciente de Talker Research, encargada por la empresa de nutrición canina Spot & Tango, el 50% de las personas que comparten su vida con un perro en Estados Unidos afirman que, si tuvieran la posibilidad, lo clonarían. Este dato no solo revela una inclinación emocional profunda, sino también una transformación en nuestra relación con los avances tecnológicos aplicados a lo afectivo.

La relación que tenemos con nuestros compañeros caninos es entrañable. Son familia, son vínculo, son parte de nuestro universo emocional. Perderlos duele. Mucho. Por eso, cuando la ciencia nos promete que podríamos tener una “copia” de ese ser tan querido, muchos se lo piensan seriamente.

Pero la pregunta no es solo si se puede, sino si se debe. Y ahí es donde las cosas se complican.

¿Qué implica clonar a tu mascota?

La clonación de compañeros animales es un procedimiento biotecnológico complejo y altamente especializado. Aunque pueda sonar como magia, el proceso se basa en una técnica llamada transferencia nuclear de células somáticas. Esto implica tomar el núcleo de una célula del perro que queremos clonar e insertarlo en un óvulo al que se le ha removido su propio núcleo. El óvulo reprogramado se estimula para que comience a dividirse y formar un embrión, que luego se implanta en una madre sustituta.

Varias empresas en el mundo —como ViaGen Pets en Estados Unidos o Sooam Biotech en Corea del Sur— ofrecen este servicio. El costo no es menor: entre $50,000 y $100,000 dólares, dependiendo del animal, la empresa y el país.

¿Y qué se obtiene? Un perro que es genéticamente idéntico al original, al menos en cuanto a su ADN. Pero eso no significa que será una copia exacta en comportamiento o personalidad. Factores como la crianza, el ambiente, el contexto emocional y las experiencias de vida también moldean a un ser vivo. Así que aunque el perro clonado se vea igual, no será “el mismo”.

Costos y accesibilidad de la clonación de perros

Más allá de la tecnología, la clonación de compañeros caninos plantea preguntas duras sobre el acceso a esta posibilidad. Con precios que superan el salario promedio anual de muchas personas, clonar a tu perro es un lujo para unos pocos.

Quienes han optado por este camino suelen ser celebridades o personas con alto poder adquisitivo. Barbra Streisand, por ejemplo, clonó a su perrita Samantha, y lo contó públicamente. La historia fue ampliamente difundida y desató una avalancha de reacciones encontradas: desde admiración hasta repudio.

La empresa ViaGen Pets en EE. UU., por ejemplo, cobra alrededor de $50,000 por clonar un perro y $30,000 por un gato. Estos costos incluyen todo el proceso: extracción de células, conservación, gestación y entrega del animal. Pero no garantizan el resultado exacto que muchos esperan emocionalmente, lo cual puede ser decepcionante.

Además, hay que tener en cuenta que el proceso requiere múltiples intentos en ocasiones. Es decir, se implantan varios embriones en diferentes madres sustitutas para aumentar las probabilidades de éxito. Esto implica que más animales están involucrados, y posiblemente, más sufrimiento también.

Diferencias entre el original y el clon: ¿es realmente el mismo perro?

Una de las grandes confusiones sobre la clonación es pensar que el perro clonado será “el mismo” que el anterior. Esto no es cierto. Genéticamente, sí: el ADN es una réplica. Pero la personalidad, los recuerdos, los hábitos y las emociones son el resultado de una vida entera de interacciones y aprendizajes.

Yo misma lo pienso constantemente. Tengo a Lola, una perrita que ha estado conmigo 14 años. Es parte de mi vida, de mis días, de mi historia. Pero sé que está envejeciendo, y sé lo que sigue. Me parte el alma imaginar ese momento, pensar en su ausencia. Y aunque he llegado a pensar en la clonación, hay algo que me hace sentir que estaría forzando un ciclo que debe cerrarse.

Para mí, los perros tienen una misión en nuestras vidas. No llegan por casualidad, nos escogen, nos enseñan, nos transforman. Y cuando cumplen su misión, es hora de que se vayan al arcoíris. Entonces me pregunto: ¿cuál sería su misión si yo decido prolongar la vida de Lola por otro periodo, y otro, y otro más? ¿Qué sentido tendría repetir algo que ya fue perfecto en su tiempo?

Consideraciones éticas y emocionales en la clonación de mascotas

No puedo evitar pensar que sería como un episodio de Black Mirror. Algo retorcido. Me siento incómoda solo de imaginarlo. Hay algo perverso en intentar repetir una vida como si fuera un experimento. Como si lo único que importara fuera mi deseo de no soltar, de no perder.

Y sí, lo admito: me da miedo el dolor. Me va a doler muchísimo perder a Lola. Pero al mismo tiempo, algo dentro de mí siente que clonar a mi perrita sería un acto egoísta. Porque no es solo replicar un cuerpo. Es jugar con emociones, con expectativas, con realidades que no se pueden repetir.

Respeto a quienes lo consideran una opción válida. Quizás para ellos sea un consuelo. Pero yo me sigo preguntando: ¿quién sería esa nueva Lola? ¿Tendría la libertad de ser ella misma, o estaría condenada a parecerse a una perrita que ya cumplió su papel en mi vida?

Casos reales: experiencias de quienes han clonado a sus perros

El caso más conocido es el de Barbra Streisand, quien clonó a su perrita Samantha, obteniendo dos cachorras idénticas genéticamente. Sin embargo, ella misma admitió que ninguna se comportaba exactamente como Samantha, y que ambas eran muy diferentes entre sí.

Otro ejemplo famoso fue el del perro Snuppy, el primer perro clonado con éxito en Corea del Sur. Desde entonces, empresas como Sooam han producido cientos de clones, principalmente para clientes privados con recursos suficientes.

Los testimonios son variados: algunos afirman que la experiencia fue “mágica”, otros que se sintieron decepcionados. Lo que es claro es que no existe una experiencia universal ni garantizada. Para algunos, clonar a su compañero fue un consuelo. Para otros, un error.

Y lo que pocos dicen en voz alta: el nuevo perro nunca podrá reemplazar al anterior, por más que se le parezca.

Alternativas a la clonación: honrar la memoria de tu compañero

Yo pienso mucho en cómo despedirme de Lola cuando llegue el momento. Y sé que no necesito una copia para recordarla. Lo que vivimos está en mí. En mis recuerdos, en mis hábitos, en toda mi vida.

Quizás la mejor forma de honrar su vida no es repetirla, sino reconocerla. Plantar un árbol. Hacerle un altar. Escribirle una carta. O incluso abrirle espacio a otro ser que necesite amor, no como reemplazo, sino como una nueva historia.

Decir adiós es parte del amor. Y en ese amor, también hay que saber soltar

Conclusión: Reflexiones finales sobre la clonación de mascotas

La clonación de perros es una posibilidad real, pero compleja. Implica ciencia avanzada, altos costos, dilemas éticos profundos y una carga emocional enorme. Y aunque el 50% de las personas dicen que estarían dispuestas a clonar a su perro, la mayoría nunca ha enfrentado ese dilema de verdad.

Cuando miro a Lola, con sus canitas, con su energía más pausada, no puedo evitar que me duela el alma. Pero también entiendo que aferrarme a una réplica no es la forma de honrarla. Porque Lola es irrepetible.

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