Estoy aquí acostado en el lugar que nunca me gustó, la veterinaria, me siento muy cansado y me cuesta mucho trabajo respirar. Tú estás a mi lado llorando y acariciándome, la verdad es que ya no soy capaz de moverme para también hacerte muestras de cariño, pero sé que no hace falta.
Toda mi vida la pasé contigo, quince años para ser exactos, estoy muy satisfecho por todo lo que compartimos juntos. Los paseos en el parque, nuestras noches de películas, las horas de juego, en fin, cada segundo vivido contigo.
Por mi mente están pasando todos los momentos que me hicieron feliz, también tus regaños por las travesuras que hacía o porque te desobedecía, son anécdotas dignas de recordar.
Estoy consiente de que esta es nuestra despedida, es lo que siento. Las últimas semanas hemos estado viniendo casi diario, pero hoy percibo la situación diferente, jamás te había visto en este estado y menos estando conmigo.
No me gusta verte triste, humano, mi vida la dediqué a hacerte feliz y ahora estás inconsolable porque en unos minutos nos separaremos para siempre.
Yo no sé qué pasará conmigo, no sé a dónde vaya, pero me siento muy mal al saber que tú te quedarás y regresarás a casa sin mí.
Este momento es muy difícil para mí porque tú estás hablándome, despidiéndote de mí, pero yo no puede hacerlo, no puedo moverme, quisiera poder hablar y decirte muchas cosas. Me siento impotente, esperando que en mi mirada puedas interpretar lo que siento.
Ya viene el doctor, en unos segundos cruzará la puerta y tú y yo no nos volveremos a ver. Ya está aquí, te dice unas palabras, me das un fuerte abrazo y me acaricias seguramente por última vez. No sé si estoy listo para irme, pero acepto que ese es mi destino.
Te amo, humano, te amaré por siempre.