Tuve una vida maravillosa con mi humano, me dio todo lo que un perro podría desear, pasábamos mucho tiempo juntos, éramos muy felices y, lo principal, confiaba cien por ciento en él; por eso no termino de entender por qué lo hizo.
Llegué a su vida cuando yo era un cachorro, uno de sus amigos tenía un perro, mi papá, y tuvo cinco cachorros que necesitaban un hogar porque era imposible que se quedaran todos juntos a vivir ahí.
Yo fui el primero en salir de esa caja, recuerdo perfectamente cuando me eligió, le tomó unos minutos decidir, pero yo sabía que estábamos destinados a compartir nuestras vidas, así que solo esperé.
Y así fue, me sostuvo entre sus manos, me miró a los ojos y dijo: “éste, quiero a ´éste”, yo me emocioné mucho y le lamí su mano para que supiera que estaba de acuerdo. Le dio las gracias a su amigo y nos fuimos.
En verdad fui muy feliz a su lado, son innumerables las aventuras y anécdotas que compartimos, viví con él trece años. Nos conocíamos a la perfección y nos amábamos intensamente.
Un día mi miró diferente, yo no logré interpretar lo que me quería decir en ese momento, solo tomó dos de mis juguetes y nos subimos al carro. Debo mencionar que yo llevaba un tiempo enfermo, mi cuerpo ya no respondía igual que antes y me sentía muy cansado.
Lo menciono porque he llegado a la conclusión de que ese fue el motivo por el cuál mi humano lo hizo, aunque sigo sin comprenderlo, él me estuvo cuidando por varios meses y todo parecía normal.
Pero en fin, aquél día en el que pensé que íbamos rumbo a una nueva aventura, mi vida cambió, él condujo por un buen rato, no me dijo ni una palabra. De repente paramos, me bajó del auto, me entregó mis dos juguetes y se subió al carro para marcharse al instante.
“¿Qué?, ¿por qué te vas?”, pensé. Me quedé en ese lugar por mucho tiempo, pensé que regresaría en cualquier momento y es lo que un perro debe hacer, esperar siempre a que sus humanos vuelvan.
No volvió, después entendí que ya no lo haría y no saben el trabajo que me costó aceptarlo, desde ese día solo he caminado con uno de los juguetes, no porque fuera mi favorito, solo escogí ese para seguir mi camino porque olía a mi dueño, era la única forma de sentirlo cerca.
Nunca entenderé porqué lo hizo, no creo que hubiera una razón. Entre la tristeza, la sed, el hambre y la edad, me he ido debilitando más y más con el paso de los días, no creo estar aquí por mucho tiempo.
Los perros sabemos perdonar con facilidad, por eso perdono a mi humano por haberme abandonado y a pesar de la situación, le agradezco todos los años que compartió conmigo y la gran vida que me dio.
No sé cuánto tiempo estaré en ese mundo ni cómo será mi fin, pero siempre tendrá mi lealtad y amor incondicional.