Soy John y vivo con una super estrella. Tengo que admitir que a pesar de lo que ustedes se pueden imaginas a cerca de la vida de una artista, no la paso mal, es mas, me divierto muchísimo.
Empezaré por contar cómo fue que llegué a manos de Alberto, mi dueño, no fue nada en especial ni un encuentro mágico. Yo vivía con su sobrina practicante desde que nací, nunca supe las razones exactas, solo recuerdo que un día me fueron a dejar con todas mis cosas a su casa.

No tuve casi ninguna sensación al respecto, más que la confusión, prácticamente estaba solo todo el tiempo, entonces pensé que un cambio no estaría mal. Alberto me recibió con mucho gusto, ya hasta me tenía preparada una “habitación” ¡WOW!, pensé.
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Llevo viviendo con él casi seis años y durante esos seis años he tenido muchas experiencias padrísimas. Viaja mucho, a veces me lleva y en otras ocasiones me deja en casa con Karla, la chica que nos ayuda en la casa, me cae muy bien y me consiente mucho cuando nos quedamos solos.

Lo más difícil para mí es que a veces mi humano se va por varios día o incluso semanas y lo extraño mucho, cuando puede me lleva a los ensayos y también a las giras. No crean que voy a los shows, creo que no estoy apto para escuchar tanto ruido, pero lo he escuchado cantar, incluso a veces me canta a mí y lo hace precioso.
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Cuando nos llegamos a ir de viaje los dos me lleva a conocer el lugar, caminamos mucho, observamos, jugamos. Me encanta ser parte de su manada de la amistad y compañerismo. Todos los involucrados en el viaje me miman, me consienten y me dan de comer cosas riquísimas, sin que Alberto se de cuenta, porque se enoja.

No tenemos una vida llena de lujos ni excentricidades como muchos podrían pensar, pero sí somos muy afortunados en el sentido de que tenemos la oportunidad de acumular experiencias por el mundo juntos, de que salimos de la rutina, también de sentir la emoción de volvernos a encontrar cada que regresa de viaje.
La vida nos puso en el mismo camino por algo y esa coincidencia la aprovechamos al máximo.