Miles de historias se relacionan con la tragedia ocurrida el 14 abril de 1912 cuando el Titanic, embarcación que se dirigía de Liverpool a Nueva York, lamentablemente se hundió varias horas después de haberse impactado con un Iceberg.
Dentro del archivo, se encuentra la historia de Ann Elizabeth Isham, una pasajera de 50 años de edad que decidió perder la vida con tal de no dejar solo a su perro de raza Gran Danés que la acompañaba en en el viaje.
Era hija de un abogado llamado Edward Swift Isham y una parte de su vida la vivió en Chicago, para después mudarse a Paris y en 1912 se dirigía a Nueva York con deseos de visitar a su hermano.
Pese a que el plan inicial para evacuar el barco era darle prioridad a mujeres y niños, Ann Elizabeth fue de las cuatro mujeres de clase alta que perdieron la vida en aquel accidente, pero en su caso fue por decisión propia.
Perros a bordo del Titanic
Según los hechos, ella tuvo la oportunidad de subirse a un bote salvavidas, pero antes de hacerlo le advirtieron que su perrhijo no la podía acompañar, por lo que decidió no subir y estar hasta el último momento con su mascota ante cualquier circunstancia .
Se dice que entre los cuerpos que flotaban en el Atlántico se encontró el de una mujer que estaba abrazada del cuello de su perro y aseguran que era el de Ann Elizabeth Isham.
Su familia decidió hacerle en Vermont un monumento para reconocer su valentía, lealtad y el gran amor que le tenía a su perro.
En total había 13 perros dentro del Titanic y solo tres lograron sobrevivir, pues gracias a su tamaño compacto sus dueños pudieron esconderlos entre mantas y maletas para poder subirlos a los botes salvavidas.
Los perrhijos son parte de la familia, los amamos incondicionalmente y daríamos la vida por ellos.
¿Conocías esta historia?
